miércoles, 20 de diciembre de 2017

La tuberculosis

  (TB) es una infección producida por una bacteria de la familia de las micobacterias; principalmente, Mycobacterium tuberculosis (aunque hay otras micobacterias que pueden producir la enfermedad: Mycobacterium africanum, M. bovis, M. canetti, y M. microti). Habitualmente provoca tos, fiebre, expectoración, en ocasiones con sangre, cansancio e incluso pérdida de peso.
La tuberculosis también es conocida como bacilo de Koch, en referencia a su forma alargada y a su descubridor, Robert Koch, que consiguió, en 1882, aislar la bacteria de las flemas expulsadas por los pacientes con síntomas similares. De esta forma, pudo demostrar que era contagiosa y, separando a estos pacientes de las personas sanas (la conocida cuarentena) se impedía la diseminación de la bacteria.
Hablar de tuberculosis hoy en día nos retrotrae a tiempos pasados, pero, aunque se trata de una infección prevenible, es todavía la segunda enfermedad infecciosa más importante a nivel mundial (tras el SIDA) y una de las que más muertes produce, a pesar de los adelantos en el diagnóstico y la eficacia de los tratamientos. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se calcula que en 2013 enfermaron de tuberculosis más de 8 millones de personas –al menos 500.000 eran niños–, de los cuales murieron como consecuencia de la enfermedad 1,2 millones de personas. La mayoría de estas cifras corresponden a países poco desarrollados y de economía pobre.
No obstante, se estima que en torno al 95% de las muertes por tuberculosis tiene lugar en países en vías de desarrollo, siendo una de las principales causas de fallecimiento entre las mujeres de entre 15 y 44 años. 22 países aglutinan el 80% de casos nuevos cada año (sobre todo del África Subsahariana y sur-sudeste de Asia), según la OMS, y ningún país del mundo ha conseguido erradicar por completo la enfermedad.
En España, es poco probable contraer la bacteria –se registra una media de 13,1 casos nuevos por 100.000 habitantes y año, según el informe del grupo de estudio de micobacterias de SEIMC (GEIM)–, pero, aun así, cualquiera es susceptible de ser contagiado. De hecho, los últimos datos publicados por el GEIM, reflejan que en 2012 se notificaron 6.046 casos de tuberculosis respiratoria, aunque si se tienen en cuenta los no notificados la cifra puede superar los 12.000. De esta manera, la tuberculosis se sitúa como la tercera enfermedad de declaración obligatoria en incidencia, sólo superada por la gripe y la varicela.

Tipos de tuberculosis

A pesar de que la localización pulmonar es la más frecuente, la bacteria de la tuberculosis puede crecer en otros muchos lugares del organismo. Es lo que se conoce como tuberculosis localizada, ya que solo afecta a un órgano. Algunos de estos son, además del pulmón: piel, tracto gastro-intestinal (estómago, intestino y otros órganos asociados), riñón y cerebro. La bacteria puede alcanzar el cerebro produciendo una meningitis tuberculosa, que es muy peligrosa y muy difícil de tratar.
La tuberculosis puede diseminarse (tuberculosis miliar o diseminada) por la sangre alcanzando muchos órganos a la vez. Esta forma es muy grave, y suele aparecer en personas en las que el sistema inmune está debilitado o es casi inexistente.



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